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Quién es CARMEN MORENO-TORTAJADA

Hasta aquí siempre he firmado como Carmen Moreno y ya no tengo veinticinco años para ir cambiando de nombre. Es cierto, ya todos vamos teniendo una edad y, precisamente por eso añado a mi apellido el de una de las mujeres más importantes de mi vida.


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Tortajada, según Heráldica Apellido.

El apellido Tortajada aparece recogido por el Cronista y Decano Rey de Armas, Don Vicente de Cadenas y Vicent, en su "Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica", eso significa que el linaje Tortajada tiene armas oficiales certificadas por Rey de Armas. Dicho Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica es la mayor obra de heráldica española, donde aparecen los apellidos con su heráldica como el apellido Tortajada ordenados alfabéticamente, con sus escudos. En dicha obra se han incluido el contenido de muchos manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid y correspondientes a Minutarios de Reyes de Armas y recoge apellidos que como Tortajada son españoles o muy vinculados por unas u otras razones a España, por lo que los del apellido Tortajada están en esta tesitura. También se suman millares de escudos heráldicos y heráldica procedentes de varias Secciones del Archivo Histórico Nacional, así como de la Real Chancillería de Valladolid, Salas de los Hijodalgos y de Vizcaya, etc. En resumen, los del apellido Tortajada han realizado alguna prueba de nobleza o hidalguía. Puede ser de ayuda para los del apellido Tortajada saber que, en el siglo XV ya se hallan más o menos consolidados los apellidos hereditarios, ello gracias, en parte, a la obligatoriedad (por iniciativa de Cisneros) de hacer constar en los libros parroquiales los nacimientos y las defunciones. De todas formas, conviene saber que, sobre todo en las zonas rurales y entre la gente más humilde, la norma actual del apellido paterno hereditario no se fija definitivamente hasta el siglo XIX, tema que debe tenerse en cuenta por si es de aplicación para algunas familias del apellido Tortajada. En 1870 surge en España el Registro Civil, que es donde se reglamenta el uso y carácter hereditario del apellido paterno y donde queda fijada la grafía del apellido, salvo errores de los funcionarios. Es debido a errores ortográficos y de diverso tipo que existen grafías diferentes del mismo apellido, así pues, los del apellido Tortajada pueden tener variantes gráficas.



Al final esto no es lo importante. Para mí lo importante es que es el apellido de mi abuela. ¿Y por qué mi abuela y no mi madre? Porque también es el de mi madre y, probablemente, sabiendo cómo era mi abuela podría haber sido su primer apellido.


Manuela Tortajada nació a principios del siglo XX, si no recuerdo mal, en 1914, un 26 de junio, cuando el calor acecha y la humedad ya te hace sudar hagas lo que hagas en Cádiz. Y así fue ella, una mujer que sudó toda su vida para sacar a sus seis hijos adelante.

Mujer recia, dura, humilde, pero orgullosa, llena de vida, de historias, de cicatrices. No le gustaban los niños, y jamás dudó en venir cada día a casa de mi madre para contarme historias durante mi convalecencia de seis meses por una hepatitis que contraje con ocho años, el año de aquel mundial de Paolo Rossi y la necesidad de usar ropa interior bajo las calzonas.

Mi abuela, analfabeta funcional, era la mayor biblioteca de tradición oral que yo haya conocido nunca. Llegaba a casa, se sentaba a mi lado, y me contaba historias inventadas, y me cantaba romances, y la historia real y la de mentira de una ciudad como la de Cádiz, que miente más que habla, y me hacía soñar y desear que llegar todas las mañanas para acompañarme.



Un día, le pedí que me volviera a contar uno de aquellos cuentos que ella me contaba, y me contestó:

-Ya te lo sabes. Cuéntamelo tú.

Y se lo conté. Se lo conté con aquella voz de niña triste (porque la hepatitis daba mucha tristeza), con la piel amarillenta por la enfermedad, y los ojos llenos de historias. Y desde, entonces, sigo contando historias. Y me gusta, me gusta «vivir del cuento».

Por eso añado a Moreno-Tortajada porque, no habiendo tenido conciencia nunca, no firmar con el apellido que me regaló la palabra, he querido subsanarlo.

No, claro, eso no hace que sea mejor o peor escritora, pero sí hace que haga justicia literaria a una mujer que lo fue todo para mí, como lo son mi madre, o mi hija. Porque soy el resultado de un matriarcado y la memoria histórica o la comenzamos por nosotras mismas, o dejará de tener un sentido completo.

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